miércoles, 17 de septiembre de 2008

Que duro es vivir sola.

Ya hace un mes que estoy de Erasmus y, aunque teóricamente ya sabía que no hay ningún duendecillo mágico que hace que las cosas estén hechas o que incluso cuando voy corriendo de un lado a otro haya algo de comida en la nevera, hay cosas que se hacen tremendamente reales cuando te toca hacerlas a ti. Hay cosas que siguen siendo iguales, allá donde vas, pero otras acaban convirtiéndose en batallitas. Aquí hay algunas.

La cocina
.

No hay cosa más terrorífica que una cocina compartida por 12 estudiantes. Bueno miento si que debe haberlo, el baño, pero no tengo la desgracia de compartirlo así que nos lo ahorraremos.
El primer día según llegas y lo ves, piensas "Yo ahí no cocino" y "Aquí hace falta un par de garrafas de lejía." Evidentemente cocinas porque las otras opciones son vivir a base de telepizza (caro y nada sano) o morirse de hambre (muy barato pero nada sano)
Asi que haces de tripas corazón y cocinas. Y cocinas. Y limpias lo que ensucias por miedo a morir de una gastroenteritis galopante.

Y al mes, tu idea de limpio ha ido modificándose poco a poco hasta que limpio se considera cuando no te quedas pegado al suelo y los cercos de grasa alrededor del fuego no superan los 2cm de espesor.
Pero bueno no me puedo quejar demasiado, por lo menos en mi cocina los cacharros y la comida aun no han sido abducidos por extraterrestres o han escapado como si eso fuera Colditz, así que démonos con un canto en los dientes.

La comida

Es un asco, desde su captura (véase ir a la compra) hasta la preparación final. Porque por desgracia los frigoríficos no se llenan solos y aquí no vale el "Mamá no quedan krispies!". Si no hay comida te jodes y o no comes o recurres al telepizza. Así que toca enfrentarse al supermercado que si entiendes lo que compras bueno, pero si estas de erasmus y no entiendes el idioma del país pues eso se convierte en una ruleta rusa. ¿He comprado lo que creo que he comprado?
A veces hay maravillosas fotos que ayudan y te dicen que ese paquete si que va a ser crema de champiñón. Y otras aunque no hay fotos la marca y el paquete te dicen lo que es. Porque ni idea de que es aardappel-pure, pero si la caja es la del puré de patatas maggi de toda la vida, pues te enteras.

Una vez comprada toca el siguiente y horrible paso: cocinarla. A menos que fueras un cocinillas antes de irte de casa, esto es lo peor. Lo poco que sabes cocinar, quitando la pasta*, no sale igual que en casa. Por no mencionar que no se parece ni por asomo a como lo hace tu madre o tu abuela, pero eso también pasa en casa que para algo tiene que contar la experiencia.
Como con lo poco que sabes cocinar no vas a ningún lado, empiezas a hacer tus pinitos culinarios. Los cuales a veces salen muy bien y otras son tremendamente horrendos. La verdad es que aun no me he enfrentado a ninguno de los últimos pero si a sus primos hermanos "esto en casa no me lo comería porque no sabe muy allá, pero tengo demasiada hambre como para ponerme quisquillosa."

Lo que hace el hambre.

* Incluso la pasta puede ser un problema si compartes cocina con un italiano. Por lo que me han comentado otros Erasmus : nunca, nunca cocines pasta con un italiano delante a menos que quieras recibir un curso acelerado de como se cocina la pasta de verdad.

La lavadora.

Esa gran desconocida. O no tanto pero difícil de usar cuando los programas están en idioma raro. Y lo digo en serio. Cazar a alguien autóctono para que me tradujera la lavadora se convirtió a primeros de mes en una misión a vida o muerte. Por suerte lo conseguí.

Plancha

No puedo decir nada más que Dios como lo odio. Mi plancha se divide en "demasiado arrugado como para ponérmelo" y "todo lo demás". "Todo lo demás" no se plancha a menos que cambie de categoría. Aquí pasa como con el concepto de limpio. Tu concepto de arrugado va variando hasta solo incluir las camisetas que parece que se han batido en duelo dentro de la lavadora. Al resto que le den.

Limpiar el cuarto.
Igualito que en casa de tus padres. Cuando corres el riesgo de romperte la crisma con los trastos que hay por el suelo es hora de recoger. Para que vamos a cambiar las buenas costumbres.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Una rosa con otro nombre o algo asi

Hoy por primera vez desde que tengo messenger, poco más o menos, cambie mi nick a mi nombre. Nunca me he sentido cómoda usando mi nombre en Internet. Siempre he preferido esconderme tras un nick, por un lado por una cuestión de privacidad mal entendida (mi nombre es mi nombre y no me gusta que ande pululando por ahí), y por otro lado porque conseguía darme una distancia que a veces necesitas cuando te metes en los mundos virtuales.

Lo que nunca pensé es que mi nick dejara de ser eso un disfraz, para pasar a ser parte de mi tanto como lo es el color de mis ojos o donde nací. Mer pasó a ser un mote, un apelativo cariñoso por el que me llaman algunas de mis amigas y al que respondo sin problemas y al que con los años le he cogido todo el cariño que se le puede tener a un mote o a un nombre.

Aun así hoy me he sentado delante del messenger y he decidido quitarlo. Aun no sé porque, da igual que nombre use, sigo siendo yo con mis defectos y mis cosas buenas, pero parece que era el momento de dejar de usarlo cuando hablo con mis amigos.
Quizás algún día averigüe porqué o lo achaque a cualquier cosa, de momento solo sé que lo necesitaba.